Son muy agradables y pequeños cetáceos blancos, una especie de delfines que miden entre 3 ó 4 metros de largo y que apenas alcanzan una tonelada de peso. En pleno verano las aguas azules del Ártico se ven frecuentemente surcadas por las aletas de estas bestias, que jamás circulan solas como lo hacen sus gigantescos parientes delfines. Reunidas en bandadas, ; text-decoration: none; " href="http://www.faunatura.com/2009/08/27-beluga-submarinista.html">las belugas se deslizan a toda velocidad en superficie, haciendo que el agua forme remolinos sobre su lomo.
Uno de los más sorprendentes jamás visto es el de una bandada de estos animales ejecutando en el río San Lorenzo un ballet extraordinario.
El paso de una de estas bandadas de una impresión de alegría y de despreocupación. Pero en realidad, ; text-decoration: none; " href="http://www.faunatura.com/2009/04/20-beluga-del-gris-al-blanco.html">las belugas, corren en busca de su comida (un banco de arenques) y es preciso ir más rápido que su alimento y conseguir velocidades record por debajo del agua.
Jamás tropiezan ni chocan unas con otras, ni pierden la formación ni el ritmo de su danza. Esta sorprendente coordinación les es posible gracias a un dispositivo comparable al radar, que les permite captar y emitir ondas ultrasonoras. Sus orejas están desprovistas de pabellones externos, pero funcionan por debajo del agua, marchando en formación las belugas emiten diversos sonidos: un breve ‘clic – clic’ como ruido de espadas que chocan, un rechinamiento como de veleta y roncas llamadas. Se parece a veces a una orquesta cuando está afinando y otras veces a los chicos cuando uno los oye jugar a la distancia.